En el fondo, Dios es la gran cuestión con la que el cristiano y el teólogo, como Jacob en el sueño de Betel, lucha siempre con pasión y con dolor. Pero procuramos eludirlo. El cristiano, el teólogo y la misma Iglesia tienen miedo a ponerse desnudos ante el misterio y la verdad de Dios. No es raro encontrarse con libros que hablan extensamente de Jesús haciendo escasas referencias a Dios. Se parte con frecuencia de un presupuesto fatal: considerar que el concepto de Dios es claro y que lo discutible es Jesús, su historia y la fe en El. Se parte de un Dios a quien se considera conocido por la filosofía, por la razón natural o por la convención social dominante y se precisa que es a Él a quien Jesús se refiere. La misma reflexión sobre Jesús parte de este concepto de Dios y, desde él, deduce o interpreta la persona de Cristo. En realidad, como se ha observado agudamente, la cuestión más importante no es saber que Jesús es el Hijo de Dios, sino saber «de qué Dios es hijo Jesús». Pero hay otra dificultad. Dios es el horizonte radical de la vida de Jesús, el corazón de su experiencia humana, pero del que no habla por separado, como un tema entre otros. Jesús no habla de Dios sin hablar de los hombres. Es decir, habla de Dios de forma indirecta y práctica, pero también continua y permanente. Estas breves pero profundas páginas del teólgo Rafael Aguirre quieren responder a todo este planteamiento.
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