Nacieron en los bosques de Germania para ser héroes, combatían desnudos y llevaban las cabezas de sus enemigos colgadas de las toscas sillas de montar. Cuando les clavaban una lanza, se la arrancaban y seguían combatiendo hasta morir de pie. Eran los celtas, un mito, un enigma, una maldición…¡o lo más extraordinario! Todos los elogios y todos los reproches se les puede hacer, porque tuvieron en sus manos el mundo, ¡y lo perdieron por un absurdo sentido de lo inmediato!
Se amparararon en los druidas, que eran magos, sacerdotes, médicos, jueces, astrólogos, adivinos y los creadores de las más fabulosas leyendas que se han escrito en Occidente. Ellos enseñaron que a los jóvenes se les educa como a individuos, nunca como borregos. Pero introdujeron los sacrificios humanos, a los que se prestaban los jóvenes más hermosos y valientes, con el fin de que los dioses dejaran de atormentar a su pueblo. También amaban a la mujer, porque la consideraban su igual o, acaso, «más brava que cualquier hombre, al menos cuando creía que los suyos se hallaban en peligro»…
Estamos reflejando a los celtas antiguos, al mito cargado de enigmas. Pero, ¿qué ha quedado de esos héroes? ¿Pudieron ser inmortales como les prometía su religión? ¿Acaso siguen con nosotros?
Manuel Yáñez Solana responde a estas preguntas, junto a otras muchas más, al mismo tiempo que desarrolla una historia real, aunque en ocasiones llegue a parecer fantástica, como si estuviera escribiendo una novela histórica, a la que no le faltan ninguno de los elementos para ser toda una epopeya legendaria, de las que fascinan y, a la vez, estremecen.
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